Nota epistolar a propósito del texto de Rossana Rossanda «Por un proyecto que vuelva a unir a la izquierda» (2008)

Nota epistolar a propósito del texto de Rossana Rossanda «Por un proyecto que vuelva a unir a la izquierda»*, y traducción del mismo**

Joaquín Miras



El traductor del texto de Rossana Rossanda que reproducimos en esta misma entrega de SinPermiso, Joaquín Miras (miembro del Consejo de Redacción), acompañó su traducción con una cartita personal al editor de la revista, comentando el texto. El autor y el receptor de la epístola han considerado oportuno hacerla pública, reproduciéndola en esta misma entrega semanal.


Querido Toni: cuando te telefoneé para cerciorarme de que te había llegado la traducción, apenas pudimos comentar el excelente texto de Rossana Rossanda. Estoy completamente de acuerdo con los dos objetivos que ella propone: la creación, como medio o instrumento formal, de un amplísimo sujeto político o Bloque Social democrático, que consiga aislar a la oligarquía plutocrática financiera, cosa que sólo se puede hacer en el plano internacional, para devolver el protagonismo a la política y conseguir, como objetivo, la reforma intelectual y moral de las sociedades. Es un proyecto claramente inspirado en Gramsci; parte de la consciencia del nivel de derrota y destrucción social en el que nos encontramos, semejante a la ocasionada por el fascismo de los 20 en España, de los 40, y propone la reconstrucción de una cultura moral y política, democrática e ilustrada, una Reforma Moral, para la cual se propone como medio político la Constituyente. Y luego, desechar toda veleidad extremista como consigna política, o sea, todo proyecto de revolución en el sentido convencional, que no cabe. De hecho, el grado de reconsideración de la posibilidad de una revolución tradicional, la cierra el propio Gramsci en 1871. Hasta aquí, todo bien, y ese bien, me parece bien en grado de excelencia. El problema es el del instrumento o causa eficiente. En ocasiones en Il Manifesto se ha criticado a ciertos teóricos que proponían políticas muy radicales y muy desde la base como callejones sin salida. RR misma crítica a la opción mayoritaria de Ferrero Refundazione por proponer como medio político el conflicto dal basso. Pero ella misma emite un juicio certero sobre Veltroni y los suyos, sobre D'Alema y los suyos, sobre Ferrero y los suyos. Quiero decir, una vez hemos hecho el análisis sobre el poder del enemigo, y una vez  hemos establecido cuál es el objetivo posible y cual debe ser la alianza posible, estamos ante una idea muy dura que ella no se plantea: que aún así se hace imprescindible una travesía del desierto, esta es la idea a la que me refería, varias veces criticada en Il Manifesto. Se puede decir de forma más suave o digerible: la clase política de la II República Española surgió del ateneo republicano, no de la mafia de la Restauración. Sea como sea, no se puede contar con la clase política italiana, análisis de RR, ni de la española, que es, no como Berlusconi, pero sí como Veltroni, D'Alema y Prodi. Normalmente cuando me veo en alguna conversación entre gentes de izquierda, en las que se critica a esos tipos activos, profesionales, monocráticos, de la política actual, suelo decir que ni roban ni matan, porque los ataques que se les hacen en ocasiones, para defender el honore y la virtú de otros políticos también profesionales, que son los suyos, son desconsiderados, cuando no desapoderados. Pero, desde la catequesis católica, sabemos que sólo el carbonero cree que basta con no robar y no matar para salvarse. Toda esa clase profesional que patrimonializa la política de forma monocrática, por seguir con el italianismo, es el primer obstáculo en el orden de inmediatez, no en el de importancia, para conseguir constituir algo. (Ése es un asunto al que, a veces con matices distintos, según las épocas, que ya acumulamos varias, siempre hemos dado importancia capital, tú yo, desde nuestros años mozos, cada vez más lejanos). Gramsci creía que, a pesar de todo, el Príncipe, sería il partito a pesar de sus dudas, no creo que pudiese dar el salto de vértigo, suicida, de desechar esa idea, en sus condiciones desesperadas de vida. Pero nosotros no podemos, o mejor dicho, no hay organización que esté en las mínimas condiciones de marearnos la perdiz, de enseñarnos desde lejos, aunque sea desde muy lejos, el señuelo, y hacernos creer que tras él se esconde algo deseable, el ex oriente, lux. Bueno, esto es lo que quería compartir contigo. Un abrazo, Joaquín.



Por un proyecto que vuelva a unir a la izquierda

Rossana Rossanda


Nos hallamos en uno de los peores momentos de nuestra historia: Alberto Asor Rosa lleva razón. Estamos ante una crisis intelectual y moral de los italianos –la mitad de los cuales han votado por tercera vez a una pandilla de especuladores, ex fascistas y separatistas, y la otra mitad se ha dividido. Se necesita, por lo tanto, escribe Asor, un sujeto político nuevo, limpio, y con una idea de nación que mire hacia la izquierda y no persiga ideas fijas comunistas. En el documento del  Centro para la Reforma del Estado, Mario Tronti decía algo parecido, y precisaba que debe ser una gran fuerza popular.

No es que me guste ser una idea fija, pero paciencia y barajar. Ahora bien, en el actual estado de cosas, no veo dónde pueda estar esta fuerza política. Veltroni diría: pero qué dices, esa fuerza soy yo, y el Partido democrático. Tenemos el 34 por ciento de los votos, no somos una camarilla de especuladores, tenemos un proyecto reformista, y un moderno icono moral en Robert Kennedy, hemos roto con todo tipo de comunismo. Sí, claro; sólo que no es que el Partido democrático esté ejerciendo, precisamente, de oposición a Berlusconi. Muy raramente se ha visto un partido de izquierdas de poder tan unipersonal y tan poco popular, si por democrático y popular entendemos un mínimo de democracia participativa. Sólo que, para acabar de decirlo todo, aún no acabamos de entender qué es el PD: le habían dado vida la Margarita y Demócratas de Izquierda, pero de la Margarita faltan ahora Prodi y Parisi, y Rosi Bindi parece aguantar más por coherencia que por convicción.

Ni tan siquiera los Demócratas de izquierda parecen aguantar ternes: D'Alema jura por el Partido Democrático pero su versión de la fundación tiene tonos bastante distintos de los de Veltroni. ¿Alguien puede jurar que en el primer congreso esta quimera se va a convertir en un animal fiable? Fuera del Pd las cosas no van mejor. La apresurada coalición de la izquierda Arcoíris ha sido expulsada directamente del Parlamento, al haberle jurado venganza su propio electorado por haberse dejado arrastrar en la aventura del gobierno. La Izquierda democrática de Mussi ha perdido algunas plumas en vez de ganarlas.  Los Verdes, lo mismo. Refundación, se ha roto en dos ramas que ni tan siquiera se hablan: la mayoría de Ferrero lo confía todo  al conflicto social desde abajo, la minoría de Niki Vendola a una unificación de áreas radicales, entre las cuales la comunista podría ser una cultura entre las otras, del ecologismo, que es más extenso que los Verdes, del feminismo, de los movimientos. No veo, sin embargo, a la altura de los acontecimientos, un sujeto en condiciones de hacer frente a la avalancha de derechas. Veo una caterva de huérfanos que desearían este sujeto, pero sobre los cuales desde hace muchos años llueven granizadas que los dispersan cada vez más. Pero, ¿cuál es la causa de tales granizadas?

¿Es tan solo la determinación y la desfachatez de Berlusconi? No lo creo. La banda que nos gobierna repite puntualmente las formas, métodos y medidas de todos los ejecutivos europeos de los años 80:  el fuerte impulso a la desigualdad, al enriquecimiento de los pocos, al empobrecimiento de los más, esto es, la oleada neoliberal subsiguiente a los "treinta gloriosos". Es una vuelta a la línea que había sido ya derrotada en Europa y en los Estados Unidos tras los años 20.

Pero ahora, observa Asor, ésa ha llegado a punto muerto. Es cierto, pero no por la fuerza de la izquierda. Está en dificultades consigo misma. Del liberalismo se oscila al proteccionismo, del mercado único a las guerras comerciales semejantes a las del siglo XlX –que es a donde estamos volviendo-.Los Estados Unidos tienen la hegemonía militar pero no la económica; ésta le es disputada por la China y la India en poderoso crecimiento. Y la arrogancia de Bush  ha metido su supremacía militar en el atolladero del Oriente Medio, mientras Europa se encuentra paralizada en una moneda relativamente fuerte, en una economía debilísima y en una iniciativa política igual a cero.

Este es el escenario en el que nos encontramos. ¿Creemos de verdad poder derrotarlo con conflictos sociales desde abajo o con la unión de los reluctantes al veltronismo? No lo creo. Si queremos no solo derrotar a Berlusconi sino decirnos hacia dónde puede ir Italia, sobre qué bases se puede reconstruir una fisonomía intelectual y moral, será preciso pasar de las protestas divididas y poco  creadoras de comunicación a un proyecto que tenga credibilidad, capacidad de persuasión y movilización. Para esto no sirve el Partido democrático, que comparte horizontes con el liberalismo, ni bastan las dos almas de Refundación: la vastedad del empeño implica una acumulación de fuerzas que vaya mucho más allá de la izquierda Arcoiris y la naturaleza  de la empresa  implica un conflicto de una envergadura  que no se resuelve desde abajo. Por lo demás, ¿Cuál es la parte de abajo de la globalización?

Y aquí vuelve mi fijación: si somos, como creo, una pieza de una tendencia mundial, antes que nada debemos darle un nombre a la misma y definir su mapa. El nombre es el capitalismo que va del último cuarto del siglo Veinte al los inicios del Dos mil. El mapa es el del planeta entero. Acabemos ya de balbucear que todo ha cambiado y por eso nada se puede decir, y comencemos a precisar en qué se ha convertido este capitalismo. No existen victorias puramente locales contra él mismo. Al igual que los empleados de una fábrica no pueden luchar ellos solos contra la deslocalización de la fábrica, del mismo modo un país europeo no puede luchar él solo contra la recesión, sean cuales sean las ocurrencias proteccionistas de Tremonti.  Pero cuando,  a la crisis de las clases dirigentes, se le añade caos de la izquierda el riesgo es que todos nos veamos arrastrados.

¿Puede este riesgo convertirse en realidad? Esta es, en mi opinión, la pregunta verdadera. Creo que sí, dada la amplitud de los sujetos implicados y la profundidad no solo material y pecuniaria del desastre, sino también intelectual y moral no es casual que a la apatía cultural de occidente ahora tan solo se opongan los nacionalismos o los fundamentalismos-.

Pero a medio plazo temo que no se pueda dar una consigna revolucionaria, al menos en el sentido que le habíamos dado a esta palabra hasta hace poco tiempo: el resultado del 68 demuestra lo equivocados que estábamos ya entonces, y lo que ha sucedido después del 89 impide incluso a los más obstinados soñar con una reedición de los socialismos reales. Pero el sufrimiento social y la amplitud de las desigualdades han llegado a ser tan grandes que fragilizan el propio mantenimiento y la cohesión de cada país individualmente. Con reformas institucionales no se puede  poner en orden la casa. Podría ser ordenada, por difícil que esto sea, con una inversión de tendencia: una operación que restituya  el primado a la política por encima de los mecanismos de la economía, que de lugar a  líneas desarrollo, incluido un "desarrollo del decrecimiento", que redistribuya la riqueza en contra de las zonas fuertes y a favor de las débiles, que decida el  recorte de los privilegios sociales, el relanzamiento a nivel mundial de mercados internos (la imposibilidad del proceder de la Organización Mundial de Comercio OMC habla claro).

No será ésta una operación indolora, pero puede no ser imposible. ¿Quién no se sumaría a este proyecto? Tan solo los caciques de las stock options de oro. No será la revolución, pero, hoy por hoy, será ciertamente una revolución cultural.

Rossana Rossanda es una escritora y analista política italiana, cofundadora del cotidiano comunista italiano Il Manifesto. Acaba de aparecer en España la versión castellana de sus muy recomendables memorias políticas: La  ragazza del secolo scorso [La muchacha del siglo pasado, Editorial Foca, Madrid, 2008].  Rossana Rossanda es miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO.

Traducción para www.sinpermiso.info: Joaquín Miras



*Publicado en Il Manifesto, el 10 de agosto de 2008, y traducido por Joaquín Miras para Sinpermiso el 31 de agosto de 2008

**Traducción y nota epistolar publicadas en la entrega semanal de la revista Sinpermiso, en la página web, el 31 de agosto de 2008

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