La ética nacionalista (1984)

 La ética nacionalista

Joaquín Miras


Se denomina ideología nacionalista a aquella que hace de la nación y sus intereses en principio ético fundamental de cada individuo; para quien se orienta según esta ética, lo moralmente justo coincide con aquellas acciones que refuerzan y engrandecen la nación a la que pertenece, así como los intereses de los miembros de la misma, sin mayor distinción. Este es el principio orientador de sus acciones, puesto que coincide con el bien moral, por lo tanto, su responsabilidad ética queda definida con respecto a su propia nación.

El primer defecto que cabe señalar en este tipo de ética es su carácter abiertamente particularista. La ética que en principio debiera servir para orientar nuestras acciones y definir nuestras responsabilidades respecto a los seres humanos, y que por lo tanto, para ser eficaz debe basarse en principios que abarquen a todos lo seres humanos sin exclusión (al "género humano", como dice la "Internacional") queda despojada, en este caso de su universalidad, y restringida aquí a juzgar sobre los deberes morales que el individuo posee sólo respecto de una pequeña parte (particularismo) de la humanidad: la que constituye su propia nación. Según este tipo de concepciones morales, quedan excluidas de nuestra responsabilidad ética todas las personas que no pertenezcan a nuestra misma nacionalidad, pues su suerte no está comprendida entre los motivos de preocupación que forman parte del principio orientativo propio: el bien de la nación propia. En el mejor de los casos, la moral nacionalista reconocerá los derechos de los individuos que no sean de su propia nación, a condición que no choquen con ese ideal máximo que es el de la grandeza de la patria y la prioridad de los intereses de sus compatriotas; en momentos de crisis económica, y si fallan puestos de trabajo, no habrá problema moral alguno, entonces, si, por ejemplo, se expulsa a los emigrantes.

Pero además de ese carácter particularista que impide a la moral nacionalista considerar a todos los seres humanos en pie de igualdad, la moral nacionalista posee un segundo defecto: su carácter autocontradictorio. Es decir, los valores, basados en el patriotismo, que un nacionalista posea, no podrán ser aplicados, en pie de igualdad a todas las demás naciones. El nacionalista choca especialmente con otras morales basadas en sus mismos principios, pero cuyo sujeto de referencia -la nación- sea otro; así quien considere que ha de estar "Alemania, Alemania sobre todas" las demás naciones, se enfrenta con cualquier otro nacionalista no alemán que desee lo mismo para su nación (Alemania es, en este caso, un ejemplo "distanciador y pedagógico", simplemente). La autocontradictoriedad de los valores éticos no es defecto común a todas las morales que excluyan, de su consideración en pie de igualdad a una parte de la humanidad (las morales particularistas).

El particularismo y la autocontradicción éticas son las causas determinantes de que el nacionalista considere a priori que el bien y la justicia coinciden siempre con la historia de su nación (pues se llama bien a lo que coincide con los, así llamados, intereses de la nación), y que la injusticia y la inmoralidad son siempre exteriores. Por tanto, el nacionalista no posee criterios para juzgar éticamente sobre las injusticias que se cometen en el interior de su propia nación. La ideologizada visión unitaria de su propia nación le incapacita para comprender, la división social en clases que escinde a la sociedad, la consiguiente explotación económica, y todas las demás opresiones y dominaciones existentes (sexuales, ideológicas, culturales, etc.), y antes de aceptar la posibilidad de que un patriota sea reo de latrocinio, proclamará la guerra de religión. Esta falta de criterio para valorar negativamente a fuerzas sociales nacionales le induce a defender como "modelo nacional" el estado de cosas existentes, es decir, el modelo de sociedad organizado por la clase dominante (un banquero será un patriota). Pero, además, un análisis de la nación basado en criterios unitaristas, conduce no sólo a acatar el proyecto social de la actual clase social dominante, sino a asumir enteramente la historia de su propia nación. Dado que, desde la división de la humanidad en clases sociales, la historia de la humanidad es, con frase de un famoso escritor "la historia universal de la infamia", el nacionalista asume, cínicamente, las infamias cometidas a lo largo de la historia por las diversas clases explotadoras de su propia nación, y Hernán Cortés o Jaime I se convierten en héroes, pues engrandecieron a sangre y fuego la patria: nada se dice de los muertos o los esclavos, fuesen moros, indios o griegos. No sólo esto, además, se increpa a los pueblos de otras naciones por las infamias cometidas en la historia por sus respectivas clases dominantes (y se puede ser culpable de pecado original por haber nacido junto al Manzanares). Como quiera que los conflictos históricos han sido siempre más abundantes con las naciones colindantes, se desarrollan ideologías fóbicas hacia las naciones más próximas, con las que la colaboración tanto en la lucha emancipatoria como en el futuro socialista debería ser, lógicamente, más estrecha.



Texto aparecido en el núm. 98 del periódico Avant, pág. 2. 5 de julio de 1984. Se encuentra disponible online en el arxiu Josep Serradell.

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