La Democracia en la Constitución del Proletariado en Clase (1997)

La Democracia en la Constitución del Proletariado en Clase

Joaquín Miras




...la constitución del proletariado en clase... la conquista de la democracia.


Las clases sociales para Marx son entidades históricas que deben ser construidas. Trataremos de resumir las ideas de Marx sobre el papel de la democracia en la constitución del proletariado como clase. También trataremos de establecer que el comunismo no es un principio alternativo a la democracia, sino la forma plena o radical de la misma. Esto implica resumir las ideas de Marx sobre democracia, proletariado y comunismo.

-A-
La Democracia

Marx fue desde su juventud un demócrata, y consecuentemente un político antiliberal. Los principios de la democracia y el liberalismo, desde su aparición en la Revolución Francesa -el período Jacobino y el Consulado, respectivamente-, fueron antagónicos. En Europa, tan sólo en Francia, durante los años 40, un reducido número de liberales, nucleados en torno a Lamartine y al periódico Le National había comenzado a proponer la fusión de ambos principios. Durante este período, democracia era la denominación de movimientos de masas constituidos por clases subalternas, así como su finalidad política -con la excepción problemática de la Suiza de Sonderbund-.

Según Marx, el liberalismo se diferenciaba de la democracia no sólo por la restricción del sufragio -sufragio censitario-. También se diferenciaba por organizar la actividad de la sociedad civil de forma particularista mediante la propiedad privada, entregándola a los intereses privados, y por separar la actividad política de la sociedad civil, mediante la organización del «Estado Político», formado por burocracias políticas profesionalizadas.

La propiedad privada, en la sociedad civil, y el Estado político como ámbito e instrumento de la práctica política son las dos grandes enajenaciones de la soberanía o capacidad de autodeterminación real del Pueblo.

Marx desarrolla exhaustivamente estas ideas en el manuscrito de Kreuznach. Allí Marx reconoce que su crítica de la concepción estatista de la política es deudora de autores «franceses modernos»; es decir, de la tradición sostenida por intelectuales revolucionarios que preservan las ideas de la Revolución Francesa -y de la izquierda de la Ilustración- y que, desde 1830, empujan la naciente consciencia política del movimiento obrero francés organizado en torno a las agremiaciones de los «hombres de oficio».

Marx sabe que el «Estado político» moderno, surge con el Directorio napoleónico, el cual continúa y enriquece la tradición burocrática del Estado feudal absolutista. Y que es la contrapartida funcional a la regimentación de la sociedad bajo el principio de la propiedad privada. El «Estado político»,  que aparenta ser la fuerza dominante de la sociedad, no es sino una consecuencia de la sociedad burguesa, sólidamente unificada, mediante el mercado. Por ello el «Estado Político debe desaparecer en la verdadera democracia».

Pero Marx no rechaza la actividad política. Por el contrario, Marx se define partidario de un democratismo político que tiene como fin imponer el poder del «demos» sobre la totalidad de los ámbitos de la actividad social que organizan la comunidad -«Estado» a secas, en aquel escrito-.

La alternativa que se concluye de los escritos de Marx es el autogobierno directo de todos los individuos asociados sobre su propia actividad colectiva; en primer lugar, sobre la producción, y también sobre las demás actividades socialmente organizadas de la sociedad civil, incluido el poder municipal. Esta alternativa política se contempla con el desarrollo de la Centralidad Legislativa, característica propia de la República Una e Indivisible, mediante la creación de una Convención de representantes delegados, mandatados y revocables en cualquier momento, que ejercen la función de instancia de mediación para la adopción de decisiones políticas comunes entre las diversas comunidades políticas de base que se organizan dentro de la república.

Marx rechaza explícitamente la unión entre el principio del Estado burocrático y la democracia, que proponen los liberales demócratas, pues la democracia queda limitada en este caso al ejercicio del sufragio universal y la elección entre programas políticos que deciden tan sólo sobre la actividad política del Estado burocrático. El rechazo de una alternativa tal, donde la «república es allí tan solo un régimen», se expresa con una contundencia que tiene la virtud de la claridad: Marx compara y asimila los Estados Unidos de América, que es el único estado donde se produce esta situación en los años cuarenta, con uno de los estados que más odia y desprecia: Prusia.

En escritos posteriores -antes, incluso, de su partida hacia París, p.e.: La cuestión Judía- volverá sobre estas ideas y rechazará con mucho énfasis que el Estado político pueda ser el medio o instrumento que permita a los revolucionarios transformar la sociedad civil y liquidar la propiedad privada. Esta posibilidad, que Marx y Engels creen, erróneamente, que se había producido durante el período jacobino de la Revolución Francesa, es tratada con desprecio y temor. Marx la denomina «revolución permanente» y considera que conduce directamente a la catástrofe y a la reimplantación de la propiedad privada y de la burguesía, tras haberse mantenido provisionalmente en el poder, tan sólo mediante el terror. En realidad, y sin saberlo -pasarán muchos decenios antes que consigan salir de su error sobre el Jacobinismo- Marx y Engels se inscriben dentro de la tradición de la democracia jacobina.

En resumen, antes de su llegada a París, el demócrata Marx considera el Estado burocrático un instrumento político del liberalismo, opuesto al poder popular e incapaz de ser el medio que extienda la democracia a la totalidad de la formación social o comunidad. Aunque aparentemente, es el medio que crea la ciudadanía y posibilita la actividad política de todos los ciudadanos en pie de igualdad, en realidad, limita la posibilidad de apropiación consciente por parte del ser humano de su propia genericidad social mediante la acción política y la pone en manos de profesionales, y posibilita que la actividad de la sociedad civil se constituya como un poder ajeno a la voluntad de los individuos que la producen.

Comprende, además, que una política democrática alternativa a este estado de cosas, capaz de abolir a la vez la ordenación de la sociedad civil mediante la propiedad privada y la competencia, y la limitación de la política impuesta por el Estado burocrático, ejercida por especialistas ha de surgir del propio seno de la sociedad civil, como consecuencia de su propia dinámica de contradicciones y conflictos. Pero Marx ignora cuál puede ser el agente que constituya esa posibilidad. Antes de su viaje a París, Marx se encuentra en un callejón sin salida.

-B-
El Proletariado

«Proletariado» es un término que procede de la Revolución Francesa, y que podemos encontrar en los escritos de Robespierre (p. e. «Discurso en defensa del plan de educación nacional de Michel Lepeltier», de 13 de julio de 1793) para definir a la mayoría de la sociedad que se opone a la «nueva aristocracia del dinero». Es el verdadero Pueblo, o demos, expropiado a traición y mediante la violencia de medios de vida y poder político por los comerciantes y propietarios.

«Proletariado» es el término que la clase obrera francesa organizada utilizaba para autodenominarse a sí misma y a los demás grupos sociales subalternos explotados, en vísperas de la revolución de 1848, lo que revela las continuidades políticas entre la democracia de la Revolución Francesa y la democracia articulada como proyecto alternativo por los obreros: la misma democracia jacobina.

Marx encuentra en París un movimiento democrático cuyo núcleo es la clase obrera organizada, nacido en la sociedad civil como consecuencia de la propia lucha de clases, que enarbola la democracia como principio organizativo alternativo al capitalismo, y en el que en consecuencia, se debaten diferentes proyectos para democratizar la sociedad civil, incluida la propia organización del trabajo o economía.

La alternativa democrática a la sociedad y al estado burocrático es el propio movimiento político democrático de la «democ. soc.», que pugna por extenderse a lo largo de todo el país y por constituirse en poder real en la sociedad frente a la burguesía y el «Estado político» o burocrático. Su proyecto político democrático consiste en la asociación directa de los productores-ciudadanos libres, en sus centros de trabajo, en sus asociaciones culturales y cooperativas, en las municipalidades que siempre fueron un enemigo del poder de los aparatos de estado. Por ello, este movimiento que trata de vertebrarse a sí mismo como alternativa directa de civilización frente a la burguesía, concibe la consecución del «sufragio universal» como la etapa final en la que se alcanza «la abolición del Estado y la sociedad burguesa», con frases de Marx.

Marx se incorpora entusiasmado a este movimiento. Su trabajo intelectual, desde entonces, es consecuencia de la observación participante del movimiento, ya que comparte los principios y autocomprensión del propio movimiento. Realiza nuevos estudios y traduce todos sus conocimientos previos al lenguaje y principios políticos de los obreros, con el fin de ayudar a su desarrollo como agente capaz de organizar a la mayoría de la sociedad.

El tema de estudio primordial de Marx y su nuevo amigo y colaborador, Engels, es la lucha de clases, pues comprenden que a partir de ella ha surgido el movimiento democrático nucleado por la clase obrera. Marx y Engels analizan que las clases sociales son un fenómeno histórico moderno, y que la primera clase social constituida fue la burguesía. El resumen de las conclusiones a las que llegan mediante su método histórico genético es el siguiente.

Las clases surgen cuando determinados grupos de individuos que contraen con el poder social dominante el mismo tipo de relaciones sociales subordinadas, se comienzan a asociar, a consecuencia de la experiencia de fracaso en la lucha individual. Primero se organizan localmente; progresivamente, la organización se extiende por toda la comunidad política en la que se encuentran, como resultado de la propia experiencia exitosa que obtienen de su actividad organizada. Esto genera nueva fuerza y nuevas capacidades y facultades en las individualidades que se organizan. De esta lucha de clases va surgiendo la propia clase, es decir, la organización de individuos que se autodefinen conscientemente como una «clase»; que han construido su identidad social, a partir de su propia experiencia, también construida. Pero esta identidad no es una mera elaboración simbólica o lingüística -«ideológica»-: remite a las nuevas capacidades y facultades individuales, a las nuevas actividades práxicas generadas por el nuevo tejido organizativo, todas ellas substantivas, a la nueva cultura material y al poder real ejercido sobre la materialidad de la sociedad, que surgen de la organización en este proceso.

El ser social -plástico- determina la consciencia social.

Cuando las masas organizadas llegan a desarrollar un poder sobre la actividad práctica material que les permite experimentar la posibilidad de sustituir el orden existente, pasan a autocomprenderse a sí mismas como clase, y a partir de esa experiencia se liberan del proyecto social hegemonizado por los grupos sociales políticamente dominantes. La conciencia plena se alcanza y se expresa en la elaboración de una alternativa concreta de sociedad: en una propuesta política, que abarca a la inmensa mayoría de la sociedad y propone una alterativa de civilización.

Sólo tras este proceso concreto de luchas, y de desarrollo concomitante de organización, de capacidades humanas, de alianzas y de proyecto político alternativo para todos los ámbitos de la sociedad, en el que se expresa la propia conciencia plena de ser una clase, Marx y Engels conciben que la clase ha logrado constituirse como tal.

Sin embargo, las condiciones concretas de la burguesía, su propio orden productivo, basado en el dominio privado de los medios de producción y en la competencia entre capitalistas, empuja a los individuos de esta clase a concentrarse en la gestión particular de sus negocios. En consecuencia es una necesidad inherente a su modo de producción la constitución de un poder político como ámbito separado frente a la producción, que garantice el funcionamiento y gestión de los asuntos generales de la sociedad, de los que depende la posibilidad de reproducción de la misma, pero que los capitalistas, concentrados en la gestión de sus negocios particulares, no pueden gestionar directamente. Este poder político separado de la sociedad civil, es confiado a profesionales especialistas.

Cuando la burguesía alcanza la plena autoconsciencia, que se concreta en su propio proyecto político, éste posee como pieza fundamental la instauración del poder político en una forma doblemente especial, como Estado político separado de los asuntos privados de la sociedad civil. El Estado Liberal moderno es el orden político inherente a las necesidades de la burguesía.

El proletariado posee otras características, según perciben Marx y Engels, además de la especial de no poder liberarse sin liberar a los demás grupos de la sociedad. La historia de la constitución del proletariado en clase, estudiada por los dos clásicos, parte también de las luchas inmediatas en la sociedad civil, en el ámbito de la producción, en contra de la explotación y por la mejora del salario y las condiciones de vida; estas luchas conducen a que los explotados comiencen su actividad organizadora, reactivando y reelaborando creando prácticas organizativas y saberes culturales.

Según los clásicos, los obreros manuales experiencian directamente que la actividad productiva está socialmente organizada y planificada de forma estricta en el ámbito de cada unidad productiva -«socialidad del trabajo dentro de la enajenación»-, hasta extremos antes insospechables, por una clase social, la burguesía, cuyos individuos tienen «la ganancia como su fin»- Pero esta actividad social está sometida al poder despótico de un sólo individuo, el capitalista.

Las relaciones capitalistas de producción organizan socialmente de forma inmediata las capacidades productivas de los obreros, desarrollan y multiplican su productividad, lo que se convierte en un poder contra ellos mismos, mediante el que se los somete. Los obreros se ven obligados a competir permanentemente entre sí, y durante las crisis de sobreproducción que esta fuerza productiva provoca quedan en paro y caen en la miseria, etc. El pensamiento cotidiano percibe que el capitalismo no permite «entre hombre y hombre, ningún otro vínculo que el interés desnuco, que el insensible «pago al contado»».

Los obreros experiencian la comunitariedad inmediata de la actividad productiva; experimentan también la imposibilidad de enfrentarse individualmente a los capitalistas, y que cualquier tipo de resistencia sólo puede partir de la organización colectiva de los trabajadores, entablada de mutuo acuerdo. Frente a la socialidad despóticamente organizada sólo cabe la socialidad democráticamente organizada.

Con la organización democrática estable para luchar por sus condiciones sociales de vida y por mejorar su existencia, los obreros descubren en placer por la propia organización, por la discusión y la reflexión en común sobre los problemas colectivos. Los éxitos en la lucha les inducen a desarrollar nuevas actividades y nueva organización; esto implica el desarrollo concomitante de nuevas capacidades y facultades individuales, y se abre un proceso de «dialéctica positiva». La organización se convierte en una necesidad por sí misma: la democracia se convierte en una característica inherente y necesaria de las organizaciones obreras y del comportamiento de los obreros organizados. Se desarrollan y democratizan también así en los individuos las capacidades y facultades que posibilitan una vida política y que son condición de posibilidad del ejercicio de la democracia directa o radical sobre la totalidad social.

El desarrollo de la organización, que genera la experiencia de control de la actividad y de poder convertirse, consiguientemente, en alternativa de civilización, viene precedida y acompañada de una característica que tanto Los manuscritos de París, La Ideología Alemana, La Miseria de la Filosofía, e implícitamente El Manifiesto Comunista, señalan como condición de posibilidad fundamental: los obreros manuales se dedican a las actividades productivas estratégicas para el sostenimiento del desarrollo civilizatorio, y poseen individualmente y sin mediación el conjunto de saberes que permiten desarrollar esas actividades productivas. El saber está compartimentado según una división técnica del trabajo, por ramas, oficios e industrias, pero no está socialmente dividido, o controlado por la clase dominante, ya sea debido a la posesión por la «gents de métier» de conocimientos técnicos complejos, o por la trivialidad de los conocimientos implicados en el proceso productivo. Además, la burguesía «Ha convertido en sus obreros asalariados al médico, al jurista, al cura, al poeta y al hombre de ciencia».

No todos los grupos subalternos poseen este saber -los campesinos, mayoría social, no-, pero sí está en posesión de ellos una fracción de los explotados, los obreros manuales. Este acontecimiento, producto de la historia concreta, establece una situación civilizatoria sin precedentes, pues los productores directos se hallan en condiciones de tomar decisiones conscientes sobre la actividad que reproduce la sociedad: su propia actividad, clausurando en la práctica la diferencia histórica entre hacer y pensar.

Esto genera la experiencia inmediata de que el capitalista es innecesario en el proceso productivo. La posesión de estas capacidades es la condición previa de posibilidad -«Dynamis», «potencia», «en sí», o «posibilidad real»- de la que depende la existencia de otros futuros posibles. Esta característica establece la condición de posibilidad para que un movimiento democrático de masas que incluya a estos individuos pueda plantearse la democratización de la sociedad desde su misma raíz, incluyendo el propio proceso productivo. Según escribe Marx en La Miseria de la filosofía«De todos los instrumentos de producción, la fuerza productiva más grande es la propia clase revolucionaria. La organización de los elementos revolucionarios como clase supone la existencia de todas las fuerzas productivas que podían engendrarse en la vieja sociedad».

Además los obreros ya no dependen de las pequeñas comunidades inmediatas -familia, gremio, localidad- para reproducir su vida cotidiana. Comprenden desde su experiencia inmediata que la comunidad social de la que depende la reproducción inmediata de su vida es, directamente, la formación social organizada por el capital mediante el mercado. A ella se subordina la posibilidad de apropiación por parte de cada individuo de la civilización -la esencia genérica de la especie, hominización-. Sin poseer la capacidad política de control sobre la actividad social comunitaria, la vida individual se deteriora y resulta imposible desarrollarla «a nivel de especie». Pero la experiencia demuestra también que el «Estado político», además de excluir a los obreros como ciudadanos, o tratarlos como ciudadanos de segunda categoría, es inservible para generar el control político sobre la actividad social y evitar que se convierta en un poder enajenado, resultante de la colisión ciega entre intereses individuales, pues no interviene en la sociedad civil sino de forma complementaria.

Por todo ello, el tejido organizativo crece en profundidad y tiende a abarcar y luchar por la democratización del control de la totalidad de actividades que constituyen la cultura material, en conflicto con el poder burgués. Se desarrolla también en extensión, abarcando toda la «formación social», nombre que recibe en Marx la «comunidad perfecta» de Aristóteles, es decir, aquella unidad social de la que depende de forma inmediata el desarrollo pleno de los individuos como «seres genéricos» o plenos en sus facultades, y que posibilita la realización de la «vida buena».

Estas condiciones producen la necesidad de desarrollar y extender la organización colectiva de los trabajadores, constituida por infinidad de microasociaciones con múltiples fines cuyo principio general es la autoorganización democrática de la propia actividad en conflicto con la burguesía, y que abarcan desde la lucha social directa contra la explotación en el trabajo, al desarrollo de una cultura solidaria opuesta a la burguesa. A medida que estas organizaciones de base se van estructurando en un solo movimiento dentro de la formación social, este doble proceso desarrolla el poder material del movimiento democrático sobre la realidad social. Además, esta actividad desarrolla y extiende la experiencia a través de la que se abre paso la democracia como principio o valor axiológico y como alternativa para todo conflicto. Las condiciones de posibilidad de la democracia radical son utilizadas y puestas en obra.

En resumen, la lucha generada por el movimiento democrático organizado de masas en oposición al poder burgués, desarrolla en sus miembros una cuádruple experiencia común: como individuos organizados por el capital dentro de la producción, como poseedores del saber, como personas que perciben su inserción directa en la sociedad civil organizada por el mercado y como individuos libres e iguales organizados democráticamente en organizaciones democráticas propias y que van desarrollando las capacidades y facultades del ejercicio directo de la democracia sobre su actividad colectiva.

El proceso abierto por el movimiento democrático crea las condiciones de posibilidad para dar el santo y elaborar un proyecto político orgánico de su experiencia, que se proponga como fin inmediato conseguir que la capacidad de decisión colectiva consciente esté inherentemente unida a la actividad social organizada que produce y reproduce inmediatamente la sociedad, de la que los miembros del movimiento son los ejecutores. Es decir, están puestas las condiciones materiales de posibilidad para que se abra paso, desde la nueva actividad democrática y la concomitante experiencia construida, la comprensión de que la democracia es el principio organizativo de la totalidad de relaciones sociales.

Las organizaciones de base del movimiento son el producto de la soberana decisión de sus miembros: de la democracia directa. Por esto, cuando el proletariado alcanza a organizarse y autocomprenderse a sí mismo plenamente en un gran movimiento mayoritario, lo hace en concreto, desde esa experiencia, y crea un proyecto político basado en ella como alternativa práctica de sociedad. Ese proyecto es la democracia radical de toda la sociedad.

La democracia es la praxis que constituye al proletariado en clase doblemente: como proceso de autoconstrucción y como proyecto político de sociedad. La constitución del proletariado en clase se logra mediante el proceso de lucha y «conquista de la democracia».

Desde esa experiencia, la política no es concebible como actividad ajena a la propia actividad cotidiana que ejercen los individuos organizados. Desde la vivencia inmediata de una experiencia real, como la que resumo aquí, Marx y Engels escriben en El Manifiesto, entre otros textos, que el «estado» ha de quedar constituido por el propio «proletariado organizado como clase dominante», y debe ser suprimido todo cuerpo especializado de burocracia profesional al margen de la sociedad civil y toda decisión política separada de la misma.

La democracia concebida y creada por el movimiento obrero organizado en 1848 y por Marx y Engels es una realidad práxica, vinculada a todas las actividades sociales de forma inherente. La democracia crea sustantivamente al movimiento, que no puede existir sin ésta; crea sustantivamente la nueva sociedad que consiste en el desarrollo de organizaciones directas que posibilitan el ejercicio de la voluntad soberana sobre todos los ámbitos de acción por parte de los agentes directamente implicados,  que surgen de la propia lucha de clases; crea, en la etapa final, el proyecto político democrático concreto que impone la abolición del orden social anterior y abre paso al nuevo orden democrático.

Esto implica democracia en la producción inmediata. Democracia comunal o municipal, en la comunidad local inmediata, mediante la elección de mandatarios. Centralidad legislativa en la formación social, mediante delegados mandatados -y de quienes la agencia gubernamental es un apéndice-, para mediar en la toma de decisiones políticas sobre alternativas a elegir dentro de la «República Una e Indivisible». El sufragio, que en nuestra experiencia de ciudadanos atomizados de democracias estatales liberales -donde «la república es sólo un régimen»-, es un poder tan débil y a la vez, lo único que legitima a los regímenes actuales para utilizar el nombre de «democracia», se convertía para ellos en lo único que habían de conseguir. El poder ya estaba en ellos, como hoy está en el burgués. La política democrática, en las condiciones de posibilidad que se dieron y que debemos reorganizar para el presente desde nuestras condiciones históricas, no es el medio de creación de un poder, ni de un contrapoder, sino la restitución a los explotados mismos del enorme poder creativo que poseen sus actos.

-C-
El Comunismo

La adscripción de Marx al comunismo ha sido interpretada como cambio en su pensamiento que le lleva a abandonar anteriores ideas democráticas. No como una radicalización de principio democrático. El ideario comunista es interpretado como una elaboración muy personal de Marx, a partir de ciertas ideas preexistentes, pero todas ellas muy toscas. Marx habría partido de la teleología de Hegel para esta elaboración, que plantea la posibilidad de una nueva etapa evolutiva de la humanidad.

Sin embargo, Marx y Engels explican reiteradamente que el comunismo es un principio político «francés», arraigado en las masas, que ellos asumen precisamente porque es un principio «de masas» -no uno de esos proyectos «inventados o descubiertos por tal o cual reformador del mundo»-, y porque da respuesta concreta al deseo de las masas de trastocar materialmente la sociedad y porque no confunde emancipación humana con el estado constitucional o el representativo democrático. Marx y Engels insisten en el carácter no estatista de la propuesta política en que consiste el comunismo «francés» e «inglés», en oposición al estatismo hegeliano, «alemán», que mantienen por esas fechas Bruno Bauer y otros.

Además recalcan que, si bien, en otro tiempo, hubo un comunismo tosco, existe ya, tanto en Francia como en Inglaterra, al margen de su propia intervención, un «comunismo desarrollado», e insisten en que «el pueblo es comunista, pero dividido en una serie de fracciones diversas» -La Sagrada Familia-. Esta frase, que en su espontánea interpretación actual resulta falsa,  debe ser entendida a la luz de lo que, por las mismas fechas, escribía Engels en su artículo «La Fiesta de las Naciones en Londres»: la democracia moderna, emanada de la Revolución Francesa, alcanza su desarrollo pleno en el movimiento práctico del comunismo, «La democracia de hoy día es el comunismo». En ese momento, según Engels, no existe democracia que no se plantee la igualdad social y no trate de instaurarse sobre la totalidad de relaciones sociales de las que depende la igualdad social de los individuos.

Ambos autores están señalando que la igualdad real y el poder popular -democracia- sobre la sociedad sólo pueden alcanzarse plenamente si se asume la abolición de la propiedad privada, y dado que la democracia es un movimiento social organizado por la lucha de clases, «Al calcular las huestes comunistas, se pueden contar tranquilamente también las masas democráticas».

Quienes han interpretado el comunismo como una teleología hegeliana, a menudo han recurrido a Los Manuscritos de París de 1844. Esta interpretación se acoge a una frase según la que «El proceso entero de la historia es así la procreación real del comunismo».

Sin embargo, todo el libro, y muy especialmente al apartado en el que trata del comunismo, está repleto de referencias al ser humano como «Ser social», y a la «comunidad humana» como entidad ontológicamente prioritaria a la del individuo; en el mismo infolio en el que se encuentra la frase que he reproducido escribe Marx también «la sociedad es la unidad esencial perfecta del hombre con la naturaleza». Quizá la referencia a la naturaleza ha ocultado que estamos ante la definición de la Polis, como unidad social perfecta, que garantiza la vida buena del ser humano, que Aristóteles da en la Política y en la Ética Nicomáquea.

Poco después Marx aclara que esa relación perfecta del hombre con la naturaleza se desarrolla mediante la «industria» y las ciencias naturales, que sin el resultado de las «facultades humanas» -dynamesis-.

La interpretación teleológica, hegeliana, contraria a la democracia, del texto de Marx, está fuera de lugar. Una vez más, Marx moviliza a Aristóteles contra Hegel. La propuesta intelectual de Marx parte de la ontología social de Aristóteles, a la que considera muy superior al individualismo metodológico -«robinsonadas»- que se encuentra en los autores de su época. A partir de ella, elabora Marx su interpretación del origen histórico, y del proyecto comunista como toma de consciencia de que el desarrollo coherente del principio de la democracia implica la radicalización de la misma: su extensión a todos los ámbitos de la actividad humana.

En resumen, su interpretación es la siguiente. El ser humano es un ser social, dado el desarrollo de la división del trabajo, como sabía Aristóteles. La historiografía constata empíricamente que la humanidad ha ido desarrollando su carácter social, haciendo más complejas y extendiendo más las relaciones sociales contraídas entre los individuos para producir y reproducir sus condiciones de vida mediante su actividad. Las relaciones sociales poseen prioridad ontológica sobre el desarrollo de las facultades -en el futuro «fuerzas»- productivas, sin que ello elimine la libertad de hacer y decidir del individuo sobre la propia sociedad, una vez es formado por la sociedad y dotado de facultades -prioridad ontológica de la existencia sobre la esencia-.

El capitalismo ha desarrollado de forma gigantesca este carácter social de las relaciones humanas, poniendo al descubierto el carácter comunitario, interdependiente, de la sociedad, y que al fin al que se orienta esta complejización de las relaciones sociales, es la producción material, que es producción del ser humano, pues en individuo es el ser social. Sin embargo el capitalismo se apropia privadamente de las actividades sociales, públicas, que reproducen la vida de la comunidad de los individuos. La crudeza con que se pone al descubierto esta doble realidad permite que pueda ser percibida desde el pensamiento cotidiano de las masas. La percepción de que el ser humano es resultado inmediato de la totalidad de relaciones sociales. Esto implica, según Marx, que el movimiento democrático comprenda que el desarrollo coherente de la democracia, o poder popular, es el comunismo. El comunismo no es sino la toma de consciencia del carácter radicalmente social del ser humano, y de la necesidad consecuente de poner bajo el poder popular las condiciones sociales que producen al ser social; muy en particular, la comprensión de la necesidad de extender la democracia a la actividad productiva y las relaciones sociales que la organizan.



Texto aparecido en el núm. 53 y 54 de la Revista Realitat, págs. 72 a 77. 1997. Extraordinario en conmemoración del 150 aniversario del Manifiesto Comunista. Se encuentra disponible online en el arxiu Josep Serradell.

Comentarios