La droga: un siniestro negocio del sistema capitalista (1984)

 La droga: un siniestro negocio del sistema capitalista

Joaquín Miras


El negocio que supone el tráfico de drogas es estudiado en este artículo como una rama del capitalismo de reciente creación, con una serie de redes internacionales que lo confirman como una gigantesca empresa transnacional. Esto que se nos presenta como un problema de la sociedad actual es una necesidad estructural del sistema capitalista y sirve para mantener una tasa media de ganancias; está claro que el tráfico de drogas no es algo propio de pequeños delincuentes y que hay importantes conexiones entre los que detentan el poder económico y la administración.

En nuestra sociedad se divulgan dos explicaciones distintas sobre la drogadicción. Una de ellas, difundida por la derecha, considera la drogadicción -y en concreto, la adicción a la heroína y a la cocaína, drogas duras, que destruyen al adicto y lo conducen a la muerte-, como el resultado del vicio de unos que quieren gozar a toda costa -la drogadicción interpretada como placer y no como suicidio- y la maldad de otros que les proporcionan el objeto de placer.

Otra versión, que intenta una aproximación más sociológica al tema, es la de la izquierda. Según ésta, el consumo de drogas es realizado por personas a las que esta sociedad, con su crisis de civilización, condena a la marginación (paro, falta de objetivos para vivir, etc.), y el tráfico de drogas, que es el asunto que trataremos aquí, sería un negocio hecho por delincuentes; la delincuencia, a su vez, sería un fenómeno ocasionado por las desigualdades e injusticias del capitalismo, las cuales provocarían entre los explotados la aparición de individuos sin escrúpulos, capaces de beneficiarse con este negocio criminal; mientras, los capitalistas seguirán dedicados a la explotación moral.

Datos sobre Italia, EE.UU. y España

Los datos de que disponemos sobre la droga dura son parciales, sobre todo en España. Datos reproducidos en el diario El País, referentes a Italia, señalan que en ese país, cuya situación social tiene cierto parecido con la nuestra, existen 350.000 adictos a la droga dura, según datos oficiales -la realidad desborda estas cifras-. El mismo artículo expone que en Italia se gastan cada día cuatro mil millones de pesetas en droga dura, lo cual convierte este negocio en el primero del mundo. En dicho diario también se dice que en los EE.UU. una sola organización de traficantes de droga, cuya área de trabajo sería sólo la parte de la costa atlántica (Nueva York, Filadelfia...), había vendido en esta región heroína valorada en 240.000 millones de pesetas en cinco años.

En España cada día muere una persona a causa de la droga (más de trescientas al año). Según la Diputación de Barcelona, en Catalunya existen más de 20.000 adictos a la droga dura -datos oficiales sobre personas que han sido tratadas médicamente y en tratamiento no secreto, es decir, la minoría-. Según informes de organizaciones de rehabilitación de drogadicción de Guipúzcoa, en dicha provincia circula tanta droga, en relación a su población, como la que se distribuye en Nueva York. Otro dato significativo es que en estos días la policía española ha interceptado un alijo de droga de siete quilogramos, valorado en mil millones de pesetas -sólo Guipúzcoa consume, según estimaciones, dos kilogramos- por semana. Otra información importante es la que refleja el caso Bardellino, importante personaje del tráfico internacional de drogas, encarcelado en España y posteriormente escapado, en cuya fuga pueden hallarse implicados altos magistrados de la justicia española. Para terminar, añadir la información de que gran número de empresas inmobiliarias de la costa española sirven para dar coartada legal al dinero obtenido con la venta de drogas en España y otros países; es lo que se conoce como blanquear el dinero sucio.

La red internacional

Los países productores de droga dura son: algunos del área oeste sudamericano, en especial Bolivia (cocaína), y el lejano oriente, principalmente Birmania (opio y heroína). Sólo los birmanos producen droga por el valor de diez mil millones de dólares americanos. Una vez adquirida por los traficantes, esta droga debe ser elaborada químicamente en laboratorios. Tras el refinado, ya cocaína o heroína, deberá ser distribuida a todo el mercado consumidor mediante una adecuada red de transportes. Por último, cuando la droga alcance los mercados de destino deberá ser comercializada al por menor. Todo ello cuesta dinero y en cantidades masivas.

Los datos aportados, aunque escasos, resultan lo suficientemente reveladores como para que comprendamos que la producción, elaboración y comercialización de la droga dura no constituye un problema marginal propio de organizaciones de delincuentes, según el concepto tradicionalmente que se tiene de delincuencia. La astronómica cifra de dinero que hay invertida en este negocio indica que nos hallamos ante una nueva rama productora del capitalismo de tipo monopolista -muy claro- y transnacional -evidente-, a la que destinan importantísimas partidas de capital acumulado; a este pequeño número de empresas capitalistas es a lo que se denomina mafia.

El trasvase de capitales a nuevas ramas productivas y de consumo no explotadas anteriormente -la expansión del capitalismo- es una necesidad estructural del capitalismo para poder sostener así su tasa media de ganancias. Que originariamente el capital hoy invertido en este negocio capitalista surgiera en parte -sólo en parte- de la acumulación realizada en negocios tales como la prostitución, etc., no debe cegarnos sus características de gran capital transnacional. Por lo demás, gran parte del capital inicial de una de las más conspicuas entidades bancarias españolas fue amasado durante el siglo XIX, con la trata de esclavos. La valoración moral, evidentemente justa, no debe pues, impedirnos comprender las dimensiones del asunto tratado.

Nueva rama del capitalismo

Como conclusión, debemos desechar el análisis según el cual el tráfico de droga es una patología social, esto es, un efecto marginal y extraño a la propia dinámica de la sociedad capitalista -como lo es la enfermedad para el cuerpo-, propio de delincuentes: estamos ante un comportamiento estructural del capitalismo. También resulta falso, y muy peligroso, desconocer el efecto que el desarrollo de esta nueva rama del capitalismo genera sobre las demás estructuras sociales, especialmente sobre los aparatos del Estado.

Nos encontramos ante un inmenso poder económico, capaz de poner y quitar gobiernos, y de provocar golpes de estado, y que puede destinar inmensas partidas de dinero de forma sistemática para reblandecer voluntades. El término corrupción, que restringe el tema a casos aislados y puntuales de inmoralidad de unos pocos funcionarios del estado, puede no ser en absoluto válido para comprender la situación real. Este es uno de los muchos poderes económico-sociales objetivamente interesados en la extinción de las escasas cotas de democracia, tuteladas ya por los tanques, de los estados burgueses.

La entera civilización capitalista cambia y se transforma, pero va a peor. Comparemos estos datos con los ingenuos planteamientos socialdemócratas -euros incluidos-, sobre la gradual transformación del capitalismo hacia el socialismo y las historias sobre la profundización de la democracia.


Texto aparecido en el núm. 92 del periódico Avant, pág. 13, 24 de mayo de 1984. El artículo se encuentra disponible 
online en el arxiu Josep Serradell.

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