Diacronía e historicidad

Diacronía e historicidad

Joaquín Miras



12 de diciembre de 2022

En una nota previa, había quedado por tratar la diferencia entre diacronía e historicidad, como nociones opuestas, para tratar del ser humano. 

Diacronía presupone que el ser humano es un ente dotado de unas determinadas características fijas. Una naturaleza innata constante siempre. Por ejemplo, el modelo sostenido por la ontología filosófica liberal, el ser humano como ser dotado de una naturaleza innata: individualismo, egoísmo, frugalidad, capacidad de competición, etc. Y que esa naturaleza se mantiene siempre. Lo que cambia es el mundo exterior creado o producido por el ser humano. Lleve túnica o pantalones, el ser humano, a través del tiempo (dia-cronos), sigue siendo el mismo. En una segunda acepción más enriquecida, el tiempo es la denominación de un ente objetivo, físico, en el que el ser humano, dotado de naturaleza prefigurada, fija, existe.

Historicidad, por oposición, se refiere a una característica intrínseca, ontológica, interna o antropológica, como se quiera decir, que es inherente al ser humano. Es noción ontológica, referida a su constitución intrínseca, y consiste en afirmar que el ser no tiene naturaleza de ninguna índole. Que el ser humano es el resultado de su propio hacer generado en comunidad. Que es el saber hacer y el hacer creados en comunidad los que producen, no solo el mundo humano objetivo, los objetos humanos, el saber hacer que permite producirlos, el saber hacer que permite usarlos. Sino que ese hacer genera, a la par la antropología, la ontología antropológica, las características internas, del individuo humano. Prioridad ontológica de la comunidad sobre el individuo, entendida como prioridad ontológica de la praxis intersubjetiva, - la generada en concreto, en cada periodo y sociedad concretos-, respecto de, por una parte, la antropología humana, sus capacidades, facultades, necesidades y deseos y sus expectativas, y respecto del mundo producido.

Como el saber hacer es histórico, cambia en el tiempo y, además genera, a la par, en el mismo tiempo, diversos ethos en diversas partes del mundo, la antropología humana, sus capacidades y facultades, sus necesidades, son, a su vez, cambiantes. Lo único fijo, lo único constante, lo único «trascendental» -pero no trascendental intelectivo, organizador de intelección, sino «objetivo», sustantivo, real- sería esa constante creación de nuevas eticidades, esa constante autocreación en comunidad, de nuevos haceres que generan nuevos mundos y nuevas antropologías en constante cambio…

En una segunda acepción más enriquecida, podríamos decir que lo que denominamos tiempo humano no tiene nada que con el tiempo físico. Tiempo, como palabra referida al ser humano, sería una característica interna de su objetividad histórica. El tiempo sería una apercepción inherente a nuestra característica: el estar en constante creación de nuevo vivir.

Para añadir algo más al respecto, volvamos a repetir algo ya dicho sobre el Begriff/concepto. A esta capacidad de constante creación de saber hacer y hacer nuevos, la traditio la denominaba el concebir. Como concibe una mujer, concebir como producir-parir nuevo saber sustantivo. Como sabemos, a esta capacidad de constante, nueva autogeneración en intersubjetividad creadora, Hegel la denomina Concepto/Begriff. Por ello, eso que nos parece ser algo y denominamos «tiempo» no es sino el constante cambiarnos que generamos nosotros en nosotros mismos al poner en obra nuestra capacidad concebidora de nuevos saberes haceres, concretos, sacados de nosotros -ex-sistere- existentes en un momento del tiempo. O como dice el aforismo hegeliano de la Fenomenología: «El tiempo es el concepto que existe ahí». Tiempo no es sino denominación para ese estar deviniendo siempre nuevos que generamos al ir creando nuevos haceres o eticidades.

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